miércoles, 27 de marzo de 2013

The Strokes Comedown Machine



El morbo por ver si conseguían reconducir su carrera, por discernir si su sonido aún daba algo de sí, por decidir, al fin y al cabo, si aún quedaba vida en The Strokes, lo sació en cierta forma “Angles” (2011), un álbum fuera de tono pero que en la mejor de las hipótesis podía tacharse como reverso luminoso del asfixiante “First Impressions Of Earth” (2006). Con él, los de Manhattan parecían decir que, a pesar de las cacareadas rencillas internas, querían seguir grabando canciones, aunque tampoco quedara claro si tenían mecha para muchas más. ¿Quizá sólo las justas y necesarias hasta acabar su contrato de cinco discos con RCA?“Comedown Machine” debería despejar este tipo de dudas pero curiosamente se presenta como su largo más misterioso. Algunos, quienes defienden que deberían separarse y dejar un bonito cadáver al estilo de White Stripes o LCD Soundsystem, creen que estamos ante una despedida. Otros no habíamos visto a los Strokes tan en forma desde que editasen “Room On Fire” hace diez años.
Buscando aparcar cualquier influencia externa, resignados quizá a rendirse ante la corriente de opinión negativa que les persigue, el silencio ha sido el protagonista al promocionar “Comedown Machine”. Apenas han aflorado una sucinta nota de prensa, el anuncio de que no habría entrevistas ni fotos ni gira, un primer videoclip que recopila los mejores momentos de su carrera y una austera portada. Con eso han conseguido dos cosas: que se vuelvan a disparar las alarmas sobre su futuro y también, mucho más importante, que la música hable por sí sola. En voz alta.
Grabado en los Electric Lady de Nueva York, con un pellizco de guitarra inicial en “Tap Out” que parece guiñar un ojo a Jimi Hendrix, “Comedown Machine” les muestra dispuestos a sacar fuerzas de donde sea. Se intuye que ha sido un trabajo agotador pero sus resultados cunden. Esta vez sí, lo han grabado de nuevo los cinco juntos en el estudio y lo han armado mucho mejor que “Angles”, conservando algunas de las señas de identidad que allí defendían, pero digiriéndolas de otra forma, sobre todo en la búsqueda de nuevas sonoridades. La cosa vuelve a sorprender pero chirría menos. El disco-funk de la redonda “Welcome To Japan” les sienta de perlas. No olvidan esa new-wave que tanto apasiona a Casablancas (teclados aéreos en la bonita “Partners In Crime”, flashes de Blondie por aquí y por allá, y hasta A-ha asomando la cabeza en “One Way Trigger”) y las partes más aberrantes –derivadas, en teoría, de las diferentes visiones de cada uno de los miembros del grupo– se compensan con jirones de rock que recuperan a los mejores Strokes. En particular, la guitarra de Valensi y el bajo de Fraiture vuelven a cobrar un aliento que parecía olvidado, y temas como el titular o “All The Time”recuperan el espíritu de aquel garage seco y rotundo que hiciera de “Is This It” un álbum invencible.
Gracias a eso, y a pesar del aire crepuscular que respira un tema como“Call It Fake, Call It Karma”, la canción más ajena a su ideario que hayan grabado jamás, cuesta creer que temas como “Happy Ending” conlleven implícitos mensajes de despedida. O quizá sí, a estas alturas ya no sabe uno valorarlo muy bien... El caso es que, resumiendo, y aunque no sabemos tanto a dónde van como de dónde vienen, lo que sí deja claro “Comedown Machine” es que todavía se esfuerzan por mantener viva la llama de su sonido y recuperar parte de los créditos perdidos. Toreando sus propios demonios han conseguido acercarse lo más posible a ellos mismos y firmar un disco que, parecerá una obviedad, sólo ellos podían hacer.

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